Un mismo mundo, una visión diferente. Una crítica innecesaria.

miércoles, 14 de julio de 2010

Rincón Literario: Persecución.



Si se encuentran con este manuscrito quiere decir que no pude arrancar y descubrir la verdad o tal vez si y terminé trastornado y encerrado en el manicomio (si es que no quede encerrado en la prisión).

Antes que nada quiero aclarar que no soy un desequilibrado pero los sucesos que han ocurrido últimamente perturbarían hasta al más cuerdo personaje de Tolerancia Cero. No estoy seguro si fui yo, pero me tratan de convencer, lo único que si se es que tuve la mala suerte de encontrarme en ese lugar cuando pasó esto. No recuerdo mucho.

Me llamo Ricardo Silva, tengo 41 años y soy o fui (mientras escribo me conozco menos) periodista, un destacado periodista. He recibido el premio Cervantes en más de una ocasión, estoy enamorado de mi profesión (puede que ésta sea la causa de mi locura infundada por la sociedad). Me acusan del asesinato de Bárbara Cienfuegos, una emprendedora mujer dueña del Café de la Avenida Catedral. Murió estrangulada, cuando la policía la encontró estaba toda golpeada, amarrada de píes y manos, lo extraño es que quien o quienes fueron no se robaron nada, es decir que solo la querían muerta. Simplemente horrible.

Ahora me encuentro escondido y refugiado en mi casa de Santo Domingo esperando todo y nada, pues me buscan y en algún momento del día me encontrarán y quiero resolver este enigma para ese entonces.

Que tranquilo y apacible está el mar en esta mañana de sábado, las pocas nubes que cubren el perfecto horizonte hacen resaltar los buques pesqueros que se limitan a cargarse de todo tipos de fauna marina, el sol entibia cada segundo de este maravilloso día, pero basta, no debo perder tiempo y debo averiguar quién mato a Bárbara, debo saber que le pasa a mi mente porqué no recuerdo nada. Mi último recuerdo se remonta al día de ayer cuando Elisa, mi secretaria, le daba explicaciones a los sujetos de investigaciones diciéndoles que no me encontraba en el periódico (siendo que si estaba)… ¿qué mierda pasó antes de ayer? Pienso y pienso y no llego a nada, comienzo a desesperarme. El día avanza y sigo acá encerrado, la presión crece y el tiempo se hace necesario. Tengo que salir de aquí, volveré a Santiago ya que allá comenzó esta injusta persecución y allá acabará.

Mientras conducía mi auto pensaba que podía hacer para pasar desapercibido, suena infantil pero tendré que disfrazarme, me haré pasar por detective y así averiguaré por qué me inculpan de algo que no cometí.

El disfraz quedó perfecto: los bigotes falsos, esta sutil peluca, las gafas y la vestimenta me hacen ver irreconocible a los ojos de los demás. Tengo que contactar a Elisa, es la única que me cree además es mi brazo derecho, en ella confío ciegamente. No me demoré mucho en encontrarla pues ella me buscaba, quedó impresionada al verme, no me reconoció. Eso me da una gran satisfacción.

Son las una de la tarde, Elisa me pregunta si me siento bien, le digo que no. Le demuestro que necesito desesperadamente saber que fue lo que pasó aquel día, porqué la policía me busca y por qué soy el sospechoso del asesinato. Elisa me pregunta si realmente no recuerdo nada y asentí con la cabeza.
Fuimos al café de la difunta Bárbara Cienfuegos, necesitábamos encontrar pistas, desafortunadamente la policía limpió el sector y el café funcionaba de forma regular, ahora estaba a cargo Federico Albornoz, apenas supo que Bárbara había muerto se contactó con la familia de ella y compró el local. Con Elisa nos miramos y creo que pensamos lo mismo, Federico se deshizo de Bárbara para comprar el recinto. Se vienen de pronto imágenes a mi mente son retratos de aquel día antes de que la policía encontrara toda golpeada y amarrada a la señora Cienfuegos. De a poco comienzo a recordar: veo a Bárbara discutiendo con Federico, al parecer se conocían. Yo me tomaba un café también leía el diario. Le confesé esto a Elisa, me exige que recuerde más hechos pero me es imposible. Analizo cada cuadro haber si puedo ver algún detalle y presto, recordé algo que dijo Bárbara a Federico mientras reñían… al parecer ambos tuvieron una historia sentimental hacía tiempo atrás.

Elisa es astuta, se acerca a Federico y le pregunta directamente qué tipo de relación mantenía con Bárbara, éste la miró y le contestó que no era de su incumbencia además le preguntó quién era ella para hablarle así y mucho menos de Bárbara. Elisa le responde que es detective, me señala con el dedo y le dice que también lo soy, a lo lejos le muestro mi falsa placa policial, luego le informa que estamos investigando sobre el asesinato que ocurrió aquí. Federico empalideció y comenzó a titubear nos explicaba que no tuvo nada que ver en ese asunto. Me acerco y comienzo a atacarlo, le grito preguntándole por qué estaba tan nervioso, por qué balbuceaba al hablar, él detrás de la barra solo se limitó a responder que nuestra presencia le hacía ponerse así, le incomodaba pues era la primera vez que lo entrevistaban detectives.

Con Elisa nos sentamos en una mesa del local, Federico nos invitó a beber un café a cada uno, dijo que la casa invitaba. Con Elisa no dejamos de pensar que algo tiene que ver con el asesinato. Son las tres de la tarde el día avanzaba, mi teléfono móvil suena, lo saco de mi bolsillo y contesto. Era la vieja Margarita una vecina de Santo Domingo, me cuida la casa cuando yo no estoy allá, me dice que llegó la policía hasta mi hogar, me estaban buscando. De inmediato corté la llamada, Elisa me miraba con terror. Ya quedaba poco tiempo y debíamos descubrir quién mató a Bárbara.

De pronto entra al establecimiento una señora gordita y elegante, se destaca frente al resto de las personas, me queda mirando un momento y sigue su camino. Le pide un cappuccino a Federico. Las imágenes vuelven a mi cabeza nuevamente: Recuerdo haber visto a esa mujer fina, me sujetaba abrazándome fuerte la espalda, yo tenía una silla en mis manos y Bárbara estaba en el piso. Por fin lo he recordado.

Le digo a Elisa que llame a la policía, que descubrí el caso. Ella me exige que le diga, le respondo que no. Le grito que llamé a la policía y lo hace. Una vez que llegan me quito el disfraz, me saco la peluca, bigotes y gafas. La señora Gordita al verme grita como si a un monstruo estuviera viendo. Elisa llora.
Al final de cuentas creo que siempre fui yo, olvidé mencionar al comienzo de este manuscrito que tengo personalidad múltiple, un día puedo ser periodista, al otro un desquiciado sicópata, al tercero un astuto detective, al cuarto un exagerado político, al quinto un gran amante, al sexto un padre de familia (si tuviera hijos claro) y al séptimo Ricardo Silva. Bárbara tuvo la mala suerte de toparse conmigo el día que era un desgraciado sicópata, el mundo no me cree un loco, me condenaron por homicidio y termino de escribir este manuscrito desde la penitenciaria. Elisa viene a verme de vez en cuando, sin duda es mi brazo derecho.