
Lo segundo que más me molesta aparte de que el control remoto tenga las pilas al revés, es que se me pierdan los zapatos o zapatillas. Horas buscándolos, la Débora (mi mamá) me dice: "Ponte otras zapatillas". NO QUIERO OTRAS ZAPATILLAS por algo busco incesante ésas que no logro ubicar. Y empezamos a pensar donde están, donde fue el lugar en donde nos las quitamos y como no aparecen tenemos la obligación de culpar a alguien, fácil: hay duendes en la casa.
Doy vuelta todo, busco en todos lados incluso donde no debo buscar... La hora pasa y la situación se hace tensa y nada aparece... Es en ese instante cuando aparece una, pero uno no es cojo y tenemos dos piernas entonces sigue la cacería, queda una zapatilla que encontrar. Levantamos camas, colchones, closets, muebles, dentro de veladores, desarmamos la pieza de los hermanos, de los padres y aun así no hay nada. Entonces nos rendimos y cuando estamos sacando las otras zapatillas (esas que no combinan con la ropa que traes puesta) una idea loca abduce tu mente, "el sillón". Si, el sillón. En el desaparecen y aparecen millones de cosas: monedas, billetes, controles remoto, documentos importantes, encendedores... Es como un agujero negro de la perdición de objetos, entonces te preguntas: "si el sillón se come todo, quizás mis zapatillas también" y corres a ver y no encuentras nada y lloras... Pero te asomas debajo de él y allí está la que faltaba y después de decir un par de malas palabras te pones las zapatillas que querías y sales de casa todo bonito hasta que llegas al paradero de la micro y pasa un auto y te moja ya que la calle estaba llena de agua.